Escondida en los Andes peruanos, entre las cordilleras Negra y Blanca, se encuentra Caraz, la tierra madre.
Su nombre nace de la palabra quechua Qaras, que significa “Lugar de Agaves o Magueyes”.
Su tierra es fértil, colosal e imponente, regada solo por lluvias andinas, de suelos ricos y naturales, de los que emergen sabores únicos.

El agave ha formado parte del paisaje natural de los Andes por miles de años, creciendo en suelos, alturas y lugares donde pocas plantas podrían sobrevivir.
Rústico, fuerte e incontenible, incluso dando nombre a un pueblo es considerado «mala hierba perenne». El agave ha esperado dormido a que su gente descubra el tesoro que posee en sus entrañas.